Pájaros de Neón



Vivir solo, sin nadie, solo, no tiene rival. Puedes comerte un racimo
de uvas al completo y tirar todas las pepitas al suelo. Escupes y
al suelo. Sin dramas ni preocupaciones. Y recogerlas cuando a tus
músculos les apetezca. Una vuelta al origen. Algo animal y primitivo
que, como los partos, te recuerda lo que somos debajo de las corbatas.
Sangre y vísceras y mamíferos.


Mi casa ya parece una casa, todo va encajando y eso me gusta.
Sólo quiero construir un espacio en el que al menos sienta




que estoy a salvo, que todo va a salir bien

pues en cuanto pongo un pie en la calle la cosa cambia.

Con demasiada frecuencia me cruzo con un ejército de perdedores que
sale al asfalto con sus miserias a cuestas buscando un poco de cariño.

Una ciudad no es más que eso. Un desfile de abrigos grises vacíos de cuerpos.
Últimamente me gusta ir al mercado y pedirle al tendero - Póngame 250 gr de sueños,
500 gr de paciencia y de aquello...a cómo esta?, pues póngame bien,
bien de todo aquello que me haga sentir bien y vivo!- Sin más. Sin miedos ni esperanzas.


Quizás sea la fórmula.
Vivo en un hotel pero en la pared de la terraza hay una especie de
casita de madera para pájaros anónimos que seguramente tenga nombre
pero que no lo sé porque soy de ciudad; y está hecho de maderas como a
mano. Precioso. Un motel de carretera para pequeños voladores; como yo.

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