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-¿Te gusta conducir?
- Pues va a ser que no.- Pensó.
Había decidido tomarse el kit kat definitivo no sin antes
fumarse un cigarrillo en la azotea. Ya en la cima de la ciudad vertical, gritó hasta en once ocasiones la palabra reflexología pero no le provocó un profundo y placentero sueño. Como no estaba dispuesto a renunciar a su siesta de diseño, echó unas monedas en la máquina del tiempo, sacó un bote de red-bull y bebió. En efecto, le nacieron instantáneamente dos bellísimas protuberancias de la espalda y echó a volar.
Cuando lo encontraron deshecho en el asfalto, yacía junto a un felpudo que ponía: “Bienvenido a la república independiente de tu casa”.

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