NIKOLINA PARA LLEVAR
Nikolina lleva varias vidas habitando donde se le antoja. Inconformista por naturaleza y caprichosa, como la voluntad humana, hasta ahora siempre ha conseguido la metamorfosis deseada. Mención aparte merece, quizás, los años que permaneció en el interior de un hipopótamo flotando en la piscina de un resort en el África subsahariana. Concretamente, al norte de Tanzania. Contra todo pronóstico o quizás no tanto, Nikolina confiesa estar muy contenta con la forma que ha adoptado en la actualidad. Está feliz con su piel suave y conforme con su mirada verde. También con el color corcho castaño de su pelo, los pechos marmóreos, el aliento a jazmín y los tobillos de cristal. Pero lo que más disfruta es pasear sin rumbo por las calles de Sevilla y hacerse pasar por una turista más. De vez en cuando, se cuela en alguna exposición que ella misma ha realizado con materiales de esos con los que se construyen los sueños, precarios y frágiles. Recuerdo la última, una grandiosa instalación a base de cristales rotos, con los que compuso una gigante tromba de agua entrando por las ventanas de una habitación y que inundaba todo a su paso… TODO. Pensar en Nikolina es pensar en Belleza. Pensar en Belleza y en Destrucción.
CARLOS TORRERO
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